«Pibe, están los que se toman la revolución en serio, y están los que la siguen debatiendo» me dijo el Gordo Martínez la última vez que lo vi. Después me enteré que mató al comisario, y hace poco me enteré que llegó a Paraguay con un 38 y 50 pesos. Buen tipo el gordo, siempre con el mismo traje y corbata. Buen tipo el gordo, con el mismo 38 desde los dieciocho, cuando se lo pasó su viejo. Me lo contaba contento, cada tanto se olvidaba y me la volvía a contar, la escuché al menos cinco veces de sus labios y cuatro de su mujer.
El Gordo se había tomado la revolución muy en serio. «En la revolución nunca te van a seguir, pibe, vas a estar solo. Vos, tu enemigo y una salida, no te olvides.»
El gordo tenía un modo gracioso de sentir la revolución. Para él, la revolución no involucraba a un grupo de personas, ni siquiera a un país, la revolución era uno mismo. Él llamaba revolución a pegar el volantazo, él se revolucionaba cada dos o tres años.
El gordo vino del Sur, me enteré mucho después de su muerte, a los dieciocho. En el bar me dicen que vino caminando y que no estaba tan gordo. «La ciudad lo engordó, lo enchanchizó» me contaron riéndose. El gordo se revolucionó fuerte tres veces antes de que lo mataran. La primera fue en el Sur, vivía en Rawson con su familia, cuando el viejo le dio el fierro, lo primero que hizo fue robar una estación de servicio y revolucionarse. Esa era la revolución del gordo, un poco boluda, pero era su acto de rebeldía, la respuesta de un sistema que lo oprimía. Con la plata robada se vino. El gordo llegó a buenos aires en el ’83 y la dejaba en el ’89, después de llevarse al Comisario Sosa. Sosa no era buen tipo y había tenido varios problemas con el gordo y sus primeros intentos revolucionarios. El Gordo no sabía donde encontrar la revolución, pero al final la encontró en el obstáculo, aniquilar a Sosa fue ese acto revolucionario que lo llevó a exiliarse en Paraguay los años que siguieron, en algún lugar del campo guaraní. Sosa no era un gran tipo, para qué mentir, era un hijo de puta, corrupto hasta la médula y peor ladrón que El Gordo, pero viste que cuando dos personas se parecen mucho tienden a odiarse mutuamente.
El Gordo en Paraguay no la pasó mal, me contó ayer el hijo. Es idéntico y tiene el 38 del Gordo. Dicen que en Paraguay la pasó más tranquilo como peón, hasta que se revolucionó una vez más y se escapó con la hija del patrón. El Gordo tendría 25 o 26 años cuando pasó, que lo encontraron y lo agujerearon. La chica con la que se había escapado ya había tenido un pibe y ese pibe cumplió 18, y ese pibe agarró el 38 y ese pibe siguió el camino del Gordo. Hizo el camino al revés, se escapó de Paraguay después de matar al Patrón. El hijo del Gordo, un revolucionario.